domingo, 3 de marzo de 2019

Domingo de “Coyul"

Domingo por la tarde en Oaxaca de Juárez.

La tarde pintaba como que iba a estar demasiado tranquila. Yo sólo salí en la mañana al Centro Cultural San Pablo a conocer y estar en mi computadora.
Regresé al cuarto y me acosté un rato. Preparé un atún que había comprado y enseguida comencé a averiguar de la obra que me recomendaron para la noche: "El Coyul"

Cuando llegué al teatro Locomotora tuve la sensación de estar en un lugar en el que se respiraba frescura y juventud dentro de un barrio no tan fresco ni juvenil.

Me acerqué a la taquilla y la chava que atendía me dijo que los lugares estaban agotados pero que me esperara y chance algunos de los que habían reservado no llegaban. Y así fue, a las 7:10 me acerque a reclamar mi boleto y enseguida me lo dio.
 Al entrar me señalaron mi lugar en la última o penúltima fila y se veía bastante bien. Frente a mi un escenario adornado con troncos de árboles y una hamaca.

"El Coyul es una hamaca que se encuentra en el Pacífico" se oyó una voz entre todo el tumulto que dejó de hablar para poner atención.

En eso salió Esmeralda, una chava de tez morena, cabello largo largo y estatura mediana. De esas personas que te contagian el goce que traen.
"hola soy Esmeralda, soy actriz y llevo 12 años viviendo aquí en Oaxaca"

Y dio un brinco en la hamaca para contarnos la historia de su pueblo, Coyul, ubicado entre Salina Cruz y Huatulco.
"Soy istmeña, pero si me dicen costeña no me enojo" se reía.
Los ojos se le iluminaban a Esmeralda al relatar todas las anécdotas, buenos y no tan buenos ratos que recordaba.
Sus hermanos corriendo, su mamá con la pantufla , su tía que traía el pan que nunca hacía falta, aún cuando no hubiera dinero para pagarlo en ese momento.
Nada de "hoy no fio, mañana tampoco"  Esas cosas no pasan en Coyul. Por comentarios como este fue dándonos una imagen de que Coyul era un pueblo demasiado amistoso.
Yo, personalmente, ya quería estar ahí y sentir esa brisa que ella describía tan placenteramente.

La obra presentó un clímax cuando habló del temblor del 7 de septiembre. Los llantos, la desesperación, la incertidumbre.

Después de unos cuantos minutos Esmeralda expresó su ira y la obra se tornó en un grito de ayuda y protesta en contra de bandas que han desaparecido a integrantes del pueblo y que terminaron arrebatando la vida de su hermana.

Yo sólo pensaba en la impotencia que sentirán muchas personas que han perdido a familiares por causas del gobierno y que no tienen voz para hacerse escuchar. O más bien la tienen pero las autoridades no pelan.
Y en cómo Esmeralda ante esta limitación decidió sacar su historia para presentarla en forma de obra de teatro y hacerse escuchar, así como derramar algunas lágrimas al revivir aquellos dolorosos recuerdos que seguro quedaron en la memoria de muchos de los presentes. El poder del desahogo es muy muy grande.


No hay comentarios:

Publicar un comentario