miércoles, 6 de febrero de 2019

6/02/19

Vaya día... Empecé temprano paseando con los niños en el Jardín Botánico de la Reforma, ubicado junto al Museo de Antropología.

Durante mi amena caminata sobre Paseo de la Reforma, me deleité con la naturaleza y la pura brisa de la mañana de la CDMX. Hasta llegar con los pequeños de 1 y 3 años quienes se habían retrasado por el tráfico según me dijo la mamá. Lo que no sabe es que yo también iba bastante atrasada.

Desde esa hora (10:00 am) empezaron las lecciones Y es que he llegado a la conclusión en mis reflexiones y pensamientos que si vuelves todo un aprendizaje no debe de existir un fracaso ni un percance, de ninguna manera.

AAYY ya paro de reflexionar, jajaj. Me es inevitable.

Los niños y yo estuvimos jugando, corriendo y pasando bajo las ramas, también columpiándonos y apreciando las abejas gigantes que había en los jardines. "Hechas de palitos" como dijo Andrés.

Comimos en un picnic junto con las otras mamás que eran nuevas para mí, menos una que ya conocía. Con la que ya habíamos ido al zoológico. Mamá de Ben y Zoe.

Después del picnic caminamos hacia el carro donde me despedí de Andrés y Pau. La segunda se encariñó conmigo y le dijo a su mamá que quería que me fuera con ellos. :D. Seguí mi camino hacia la casa de mi tía quien ya no vive ahí desde hace tiempo. Pero la costumbre es canija, y sigue siendo "la casa de mi tía".
Cambié de decisión, me lo permití por el simple hecho de que soy un ser humano, y decidí aguantarme el hambre que me atacaba ya desde hace rato para ir a Ambulante, una organización que se dedica a exhibir el cine documental en ciudades en las que no hay oferta en exhibición ni formación cinematográfica. Fundada por Diego Luna y Gael García, by the way.

Me interesé porque puede ser otra opción de una actividad qué hacer cuando llegue a Oaxaca. Hablé con unachavadecualnombrenomeacuerdo y me dio los datos que le pedí.

Acto seguido, seguí mi camino con cara triunfadora. Por primera vez en mi vida me fui de la Roma sin quedarme a comer ahí o a algún cafecillo. Tenía otra organización que visitar por la calle de mi casa y una carne deliciosa para comer. Así que regresé. Tomé un Grin a la altura de Chapultepec para acelerar la llegada, mi panza me lo agradeció.

Llegué a mi casa para percatarme que la carne estaba en el congelador. Me había olvidado de sacarla ayer en la noche. Me comí una sopa y luego me dirigí a la ONU para tener la misma conversación que tuve con la chava de Ambulante. De regreso me topé con la suerte de que la calle de Homero estaba bastante despejada, caminé y tras algunos recuerdos de mi antigua casa en Goldsmith y de mis paseos cuando llegué a vivir a Vázquez de Mella, entré al departamento a asar la carne que me esperaba.


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