viernes, 1 de febrero de 2019

Un jolgorio en forma de reportaje

La vida... ¿Qué es, si no es una serie de eventos desafortunados/afortunados metódicamente conectados?
 A lo largo de mi vida he vivido, valga la redundancia, varios momentos en los que mi mente se encarga de encuadrar las situaciones, de delimitarlas y darles un sentido "lógico".
 Supongo que es un factor puramente humano. "Ordenar las cosas" para clasificarlas en "triunfo y fracaso".

 Cada vez que eso pasa es necesario agregar un extra esfuerzo para aprender a sacar lo mejor de cada instante y poder ampliar la perspectiva hasta obtener una visión correcta de lo que pasa.
Es cuestión de disfrutar el momento, saborearlo y vivir en cada instante.

 El día de ayer me aventuré a conocer de fondo la historia de unos gitanos que viven por los suburbios de la CDMX.
 Mi anécdota comienza cuando caminé hacia Reforma desde Polanco para ir calentando motores.
 Al llegar a la altura de el Angel de la Independencia empecé a pegarme a la derecha para entrar en la Zona Rosa, área en la que se encuentra la casa del gitano principal.

 Cuando estaba en la calle Londres me topé con Rodrigo, un chavo que comía quesadillas y que me contó que los gitanos andaban normalmente en 3 lugares: En unas banquitas que están enfrente del edificio que me señaló, en la Plaza Washington o en el McDonalds de la esquina, antes de llegar a Insurgentes.

 Una vez que tenía un enfoque más claro de la situación, me dirigí a comer al McDonalds señalado anteriormente, no soy muy fan del lugar pero la meta de la tarde dependía de eso.

 Sin éxito alguno terminé de comer y me fui acercando a la Plaza Washington, segundo lugar donde podría estar esta pandilla. Después de media hora de sentarme y terminar mi libro que pienso intercambiar a mediados de febrero (Pasto Verde de Parménides García Saldaña) me regresé al parque de enfrente del edificio donde vivía el objetivo de la tarde. JAJAJA.

 Sin embargo tenía que pensar la excusa perfecta para acercarme. Era un barrio demasiado acogedor y amigable. Los que estaban vendiendo dulces en los puestos de enfrente me ofrecieron: "Si quieres yo le llamo al Jonatan para que te conteste tus preguntas" y yo "No, gracias, prefiero que sea casual. Ahorita que salga." y ellos "Ah bueno, pero si no no va a salir hasta en la noche" 

Finalmente accedí.

"JONATAAAAN" le grita uno de los chavos. Y un hombre de pelo castaño asoma la cabeza "¿Qué pasó?", "Te quieren hablar", "¿Quién?" Y era mi momento de aparición.

Yo pensaba todas las excusas que podía inventarle para que me dejara subir. En el momento no se me ocurrió ni madres. "Vengo a que me cuentes un poco sobre la comunidad española" Como lo había sospechado, Jonatan frunció el ceño y se negó. "No gracias, ahorita no estamos interesados". 

¿Interesados? ¡Era mi reportaje, no era ninguna vendedora ni nada por el estilo!

 En fin, la había regado. Derrotada pero con una esperanza que no sé de dónde salió, me fui a la Plaza Washington donde me dijeron que los españoles podrían reunirse más tarde, como era de costumbre. Yo lo único que quería era que me deleitaran con un poco de música, un ambiente gitano con sabor y cachondez, como es característico.
Claro, un poco de historia también hubiera sido bueno para un gran reportaje.

   "La esposa no es muy buena onda" Fue lo que me dijeron los vecinos. Primera señal de que las mujeres son demasiado celosas como para permitir que yo llegara a entrevistar a su esposo. La segunda señal fue cuando una de las esposas me lo dijo textualmente "Cariño, no lo sé, así nos ha hecho Dios, pero escríbeme y yo te puedo contar de la historia de los gitanos" me confesó después de darme su celular.

 En la Plaza Washington me senté a observar mi alrededor y el delicioso ambiente de esa esquina donde había un lugar de hamburguesas y alitas, un café Santo Domingo y un café al lado que no tenía nombre a simple vista.
Después de buscarle vi que estaba escrito CICATRIZ en el letrero d entrada. Más adelante me revelaron que había cicatrices dibujadas en el piso. Me gustan las cicatrices y esas estaban chidas.

 Yo todavía tenía la esperanza de encontrarme a aquellos gitanillos por esos lares y sacar una buena historia de sus canciones y su vida diaria. Pero como en la vida las cosas se acomodan, a veces a tu favor y a veces en tu contra, o al menos eso es lo que creemos,  pues los gitanos nunca llegaron a la Plaza Washington.

 El CICATRIZ empezó a prender y mucha gente interesante empezó a llegar. Yo me acerqué y pedí una cerveza, sólo por pedir algo. Una chava me escuchó y me ofreció un mezcal que se estaba tomando y ya no quería. Pues qué mejor, se me antojó más. Punto para Ana Paula.

  Salí a platicar de cine con una productora y me topé con una vieja amiga de Hermosillo, me presentó a más gente del lugar.

Ví a un amigo que es músico, Jordi Barnard. Ya lo había mencionado en este blog. Al final, se armó un jolgorio, como dirían los españoletes, en vez de un reportaje. Tal vez en otra ocasión tenga la oportunidad de conocer más a cerca de la rumba española.


 Pa terminar me fui por unas quekas, re ricas.





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