Por Ana Paula Terán
Después de un día de traer los nervios de
punta y con la cabeza en Vetusta Morla como si no existiera en otra cosa en qué pensar, dieron apróximadamente las 8:30 pm. Cuando el autobús de la Anáhuac,
universidad en la que estudio, me dejó en la parada de Alfonso Reyes esquina
con Tamaulipas, lo que era ideal ya que desde ese punto El Plaza Condesa,
recinto del espectáculo de la noche, me queda demasiado cerca.
Durante el trayecto, intentaba dormir un
poco ya que me esperaba una larga y agitada noche. Así que al llegar a la
Iglesia que queda sobre esa calle y es exactamente el lugar donde el camión
hace parada, me levanto con la energía recargada y tomo vuelo hacia El Plaza
Condesa.
Algo había en ese concierto que me tenía
muy inquieta, será que es una banda que conocí recientemente y nunca había tenido
la oportunidad de escuchar en vivo. Además de que durante este último mes
repetía y repetía sus canciones consecutivamente hasta acabarme el Spotify
Premium.
Al llegar al lugar estaban los revendedores
de boletos en la parte de afuera sin parar de gritar: “Te dejo el boleto más
barato”, “Si te sobran boletos te los compro. Acepto euros” (supongo que esto
se prestaba ya que había demasiados europeos, en especial españoles)
En fin, estas cosas siempre se oyen en los
conciertos.
Entre ellos también estaban los típicos
vendedores de playeras, tazas, linternas, gorras y demás. Mientras esperaba a
mi acompañante, de quien no sabía nada porque el Internet de mi celular no
estaba funcionando. Tenía sólo un mensaje de voz de él que no se oía bien por
la falta de conexión.
Así que en la espera y para matar tiempo,
me puse a husmear entre las cosas que vendían, aproveché para comprar mi
playera tradicional de todos los conciertos a los que asisto.
En fin, ya estaba más que lista para el
show cuando diviso a lo lejos a Jon, mi amigo que por cierto es compatriota de
los Vetusta.
Al estar juntos entramos de inmediato al
inmueble, pues ya había mucha gente y estaban empezando a atascarse.
Pasamos la seguridad, en la que nos revisan
completos (la exageración es ridícula, pero por algo lo hacen)
Los lugares que tomamos estaban muy bien,
se veía perfecto el escenario y sólo esperábamos a que empezara el show.
De pronto sale al escenario una chica acompañada de dos
chicos, The Chamanas, se oía bien y la vocalista tenía muy buena voz pero todos los más de mil 500 asistentes esperábamos a los madrileños. Se despide la banda originaria de El Paso/Juárez.
Suenan los acordes de “La Deriva” y
aparecen las seis estrellas, los gritos (incluyéndome) no paraban.
"Habrá que inventarse una salida, ya no hay timón en la deriva.... la deriva... la deriva"
"Habrá que inventarse una salida, ya no hay timón en la deriva.... la deriva... la deriva"
Los bailes de Pucho (Juan Pedro Martín)
emocionaban a la audiencia y le ponían más emoción a su concierto.
Siguieron con “La Mosca en tu Pared”,
“Fuego”, “Cuarteles de invierno”, “Fiesta Mayor” (tema en
que los bailes del vocalista fueron el detonador de un escándalo y adrenalina entre los asistentes)
que los bailes del vocalista fueron el detonador de un escándalo y adrenalina entre los asistentes)
Nos llevamos una gran sorpresa cuando al
cantar “Maldita Dulzura” presentaron al también español, Enrique Bunbury. Los
gritos se triplicaron.
Estas serán dos voces que se unirán en el
“MTV Unplugged” del ex vocalista de Héroes del Silencio en el mes de
septiembre.
Por supuesto que no podía faltar “La
cuadratura del círculo”, “Valiente”, “Sálvese quien pueda”, “Lo que te hace
grande” y “Baldosas Amarillas”.
Hicieron un recuento de sus éxitos al tomar
un poco de todos sus discos que formaron parte del repertorio de la noche.
"Fue un placer,
muchísimas gracias, esta ha sido nuestra última noche en la República Mexicana
y podemos decir que nos vamos encantados y esperando volver muchas veces, las
que se puedan" dijo Pucho antes de retirarse con toda la banda que
había dejado un gran sabor de boca en los asistentes del público.
En mi opinión, de los mejores conciertos
que he asistido. Increíble repertorio. Increíbles bailes. Increíble lugar.
Increíble noche.
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