lunes, 29 de julio de 2019

A veces...

A veces siento que me conformo con tan poco cuando sé que puedo más.

A veces no sé ni hasta dónde puedo llegar.
Ahí es cuando le dejo todo al azar. Y permito que la vida misma se encargue de lo que pasará conmigo, en vez de yo tomar las riendas de mis actos, sólo por un momento dejo que la espontaneidad sea la guía.
Actos. Esos actos tan determinantes en mi futuro pero tan intrascendentes en la vida.

El terror a tomar decisiones por querer tener todas las opciones. Sabiendo que al final de cuentas una opción es una decisión, es saber a dónde vas. Y tenerlas todas es un desatino.

Sin poder disfrutar de nada, ni entregarme al final, es como he vivido, con tal de tenerlo todo. Una ambición sin beneficios ni recompensas reales al final. Que sólo te conducen a la falsedad, superficialidad y a un mundo de apariencias en el que los otros son los condicionantes de tu felicidad o de tu bienestar.

He ahí la urgencia de saber lo que quieres para ti en esta vida. Cuando ya has probado que puedes tener todo, sólo es cuestión de que sepas mover tus cartas. Es cuando te das cuenta de que eso no es lo que quieres, lo que buscas es algo real (¿?).
Algo que deje una huella en ti.
O tal vez llene el vacío que hay en ti. O el desbarajuste. O ajuste.



Todo eso que te hace única, que te hace ser tú, y que al final sólo es tuyo y que aprender a amarlo y a aceptarlo será la única forma de liberarlo.

Pero ¿Qué si todos los caminos llevan al mismo final? ¿Qué si tu capacidad de tomar decisiones no hace ninguna diferencia? ¿Todo es una ilusión, un control imaginario que no tienes?
La ilusión de tomar distintos caminos cuando todos son el mismo camino.
El camino a darte cuenta de la miserable condición humana individualista en la que todos estamos atrapados y de la que queremos escapar.
Pero sólo habiéndonos dado cuenta de ella para aceptarla, conocerla, navegarla, disfrutarla, gozarla, transformarla es cuando podremos dar un paso para complementarnos con otro ser. Puede acompañarnos por un rato, pero nunca reemplazará el hermoso y auténtico autodescubrimiento propio de cada ser.

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